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ALEX

Capítulo 6 Novela "El equilibrio es imposible"

Capítulo 6 Novela "El equilibrio es imposible" capitulo 6 de esta novela escrito por meri.

Hoy lacito negro para mí
Hoy la ví bailar entre reflejos, lágrimas, sucesos que han de pasar
Hoy lacito rojo para tí
Hoy lacito negro para mí

La única ciudad capaz de transmitirme el sentimiento de libertad que últimamente necesito tanto es Vigo.
Eso no quiere decir que en San Sebastián no pueda sentirme libre, todo lo contrario, pero siempre ocurre dentro de unos límites que impone el sistema, y en Coia, el barrio vigués que nos vió nacer a mi padre, a mi hermano y a mí, mis únicos límites son mis miedos.

De mayor quiero ser una nómada. Donde haya algo que consiga llamar mi atención, un trabajo interesante o cualquier otra cosa, allí quiero estar yo, ya sea en Lombok, Saõ Paulo, Buenos Aires, París, Kuala Lumpur...
Mi base, el punto al que debo volver es Donostia. Soy española, gallega para más señas, y mi familia y mis amigos son mis raíces y ellos están aquí.

Quiero continuar estudiando en San Sebastián. Tengo varios proyectos para cuándo acabe el instituto, y si tengo algo de tiempo, quiero dedicarlo a perfeccionar idiomas junto con mi hermana, ya que las dos nos defendemos bastante bien con el portugués, pero aún no lo dominamos a la perfección, todo lo contrario a nuestro padre.

Me duele bastante que la gente intente hacernos daño a mi y a mi familia, inventando o manipulando la información. Tengo diecisiéte años y soy una chica independiente, que lleva toda la vida viendo como poco a poco su padre se hace cada vez más popular dentro del mundo literario. Sólo he salido en la prensa alguna vez, cuando me han fotografiado en alguna presentación de algún libro, ya sea de mi padre o de mi tia Lucía, también escritora, y Premio Nadal en 1998 por su primera novela, Beatriz y los cuerpos Celestes. De repente todo ha cambiado, y me he vuelto más vulnerable con según que cosas, y es que no me esperaba nada de lo que está sucediendo, de verdad. Ha sido un "shock". Me ha afectado hasta el punto de no ser capaz de acudir a ningún estreno o presentación con mi familia, porque no puedo soportar los murmullos cargados de envidia y odio y las malas lenguas de solteronas, amas de casa y madres frustradas que se entretienen olfateando en la vida de los demás.

Mi padre más que un líder, es una persona con "ángel", una persona carismática. También me encanta porque es un hombre muy culto. Le apasiona la literatura, la música y el cine. Sabe muchísimo de todo eso, y también de arte. Y como yo he cursado danza clásica durante siete años y hace unos meses he decidido ser actriz, pues hablamos de todas esas cosas.
Papá siempre intenta estar pendiente de todo el mundo que está a su alrededor, y es un ser bastante observador.
Un hombre bastante entrañable, una de esas personas a quien siempre apetece cuidar, abrazar... Iván es puro, limpio, sin maldad... La mejor persona que he conocido, y es un privilegio tener un amigo como mi padre.

Debuté como actriz a los tres años en un capítulo de una serie de Euskal Telebista, aunque la verdad es que no me enteré de nada. La cosa empezó porque una de las mejores amigas de mi madre trabajaba en ETB, y un día necesitaban una niña para uno de los capítulos y me cogieron a mí. Luego me fueron metiendo en capítulos sueltos y me lo pasaba bomba, hasta que mi madre se cansó de llevarme a los rodajes y como tampoco era nada serio, a los ocho años lo dejé, sin importarme lo más mínimo.
Todo eso hasta ahora, que he decidido conectar de nuevo con el mundo de la interpretación, aunque antes debo cumplir con mis obligaciones, y terminar el último curso en el instituto, tal y como les he prometido a mis padres.
Soy bastante aficionada al cine de compromiso, y entre mis directores favoritos hay que citar a Fernando León de Aranoa, Julio Medem, Isabel Coixet, Icíar Bollaín y por supuesto a Gonzalo Tapia.
Ahora más que nunca, existe una gran creatividad en el cine español, aunque falta mucha producción y promoción.

Esta tarde mientras andaba por mi calle, el Paseo de Arriola, iba pensando en mi futuro, en la vida personal de la madre que algún día seré.
He imaginado a Jacobo, mi bebé, el regalo de estar limpia y un nuevo comienzo en mi vida. Jacobo, una oportunidad maravillosa para curar las heridas del pasado.
He visto como me convertía en una persona mucho más feliz, más llena, más relajada, menos egoísta, menos neurótica... ¡Todo lo que yo era con seis añitos!
Una madre emocionalmente mucho más madura, más dispuesta... algún día seré madre y la infancia de Jacobo va a resultar la experiencia más profunda y más enriquecedora para los dos.
-Olaia... ¿Te pasa algo?
-No.
Iba tan distraída pensando en mi pequeño, que no me he percatado de la presencia de Fernando, uno de los mejores amigos de mi hermano.
-¿Fernando? -he preguntado asombrada.
-Veo que aún eres capaz de recordar mi nombre... -me ha dicho mientras sonreía.
-No me lo puedo creer...
-¿Que tal te va todo? -me ha preguntado manteniendo su sonrisa.
-Pues... como siempre.
-¿Quieres tomar algo? -me ha encantado la forma en que me lo ha preguntado, no soy capaz de explicar como ha sido.

Hemos entrado en el primer bar que hemos visto con unas mínimas condiciones. Fernando ha ido al servicio, y mientras tanto yo le he pedido dos cafés con hielo al camarero, que si no he recordado mal, había estado trabajando en la cafetería del Gudamendi. Mientras he esperado sentada, he pensado en los ojos de Jacobo. ¿Serían claros?
¿Oscuros tal vez?
-Te he pedido un café con hielo... ¿Te va bien? -he preguntado preocupada.
-Me va perfecto-. No sé que me ha pasado, pero cada vez ha empezado a gustarme más esa sonrisa.
-Bueno... ¿Vas a explicarme el porque de tu visita? -he empezado a sonreír, a dejar de lado a esa Olaia seria.
-Necesitaba cambiar de aires...
-Te has peleado con una chica... ¿Me equivoco?
-La intuición no te ha abandonado nunca Olaia-. Me ha gustado mucho la forma en que ha pronunciado mi nombre, con un claro acento asturiano... Olalla... Olaya... ¡No, joder! Olaia.
-No te preocupes, que ya somos dos.
-¿Lo has dejado con Paúl? -sus ojos se han abierto excesivamente, aquello me ha asustado.
-Ha sido él quién me ha dejado.
-Lo siento-. Me ha dado mucha rábia que me dijera eso, que lo sentía... ¿El que sentía? La que lo sentía era yo... Era Olaia la que aún estaba enamorada de Paúl... No era Fernando el que se moría de ganas de besarle.
-Me alegro mucho de haberte visto, pero es tarde... -he cogido mi chaqueta y me he levantado de la silla.
-¿Te vas? -me ha preguntado mientras también abandonaba su silla, para quedarse de pie.
En aquel preciso instante me he dado cuenta de que empezaba a llover. He visto las gotas de lluvia resbalar por todos los cristales de aquel café, y por un segundo me he convertido en Rory Gilmore, la de las Gilmore Girls.
-¿Me das un abrazo? -una lágrima de una textura extraña ha resbalado por mi mejilla hasta caer al suelo. Fernando se ha acercado poco a poco a mí hasta quedar frente a frente. Entonces ha estrechado su cuerpo contra el mío, y me ha rodeado con sus brazos, hasta quedar completamente presa dentro de su cuerpo. He cerrado los ojos y en una décima de segundo me he sentido como la niña que aún soy, me he dado cuenta de que no puedo crecer tan rápido como quiero, y por primera vez en mucho tiempo he notado un poco de seguridad en mi misma, casi como Rory Gilmore, la de las Gilmore Girls.

He llegado a casa desprendiendo un olor horrible que no sé de que parte de mi cuerpo procedía, así que he subido directamente al aseo del segundo piso, el que comparto con mis hermanos, y he tomado un baño que me ha relajado bastante.
-¿Puedo pasar? -me ha preguntado mi hermano.
-Dame un minuto para vestirme.
-Rápido por favor, no puedo aguantar más... -enseguida he visto reflejada en mi mente la imagen de mi hermano con el pelo de alguna chica en su memoria, y su mano o tal vez el cielo en su bragueta, intentando aguantar sus incontinencias.
He salido tan rápido como he podido de la bañera, colocando la alfombrilla de los pies
en el suelo, para así no arriesgarme a sufrir ningún resbalón. Después me he metido dentro del pijama, y efectivamente, en menos de un minuto he dejado entrar a Iker.

De nuevo vuelve a repetirse la historia de cada noche, la pequeña Olaia, acosada por el recuerdo, no deja de darle vueltas al mismo asunto de siempre: la idea de olvidar a Paúl ha estado persiguiéndome como una amante despechada durante los últimos meses, y las grietas del techo siguen creando lacitos y más lacitos entre ellas...
¿Por qué tiene que ser así?

Olaia Ferreiro Montero, San Sebastián

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