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ALEX

Capitulo 1 Novela: "El equilibrio es imposible"

Vamos a iniciar un relato que durará 11 semanas, cada semana publicaremos un capitulo, espero k os guste, todos ellos gracias a María Calderón y Marina Francisco

1 capitulo

Mi caballito de mar, mi desequilibrado
Me dejaría matar por una galopada
Mi caballito de mar, mi desequilibrado
Me dejaría matar por ver lo que tú ves...

Aquí estamos las dos. Relajadas con los ojos puestos en una única dirección: el techo. Las dos. A veces siento que en realidad soy una mariposa, que tengo alas, que puedo ser un ángel si quiero. Mi mente y yo relajadas mirando fijamente las grietas del techo.
Son solo las once y media de la mañana. Estoy hecha un ovillo, metida entre sábanas de color blanco, entre nórdicos blancos, hecha un ovillo, entre estas cuatro paredes que son de color azul como el sol en la mirada de...
Hoy lo veo todo transparente. Bueno... todo no, mi pelo sigue siendo castaño. Castaño claro, pero castaño. Yo no tengo el pelo transparente.

Recuerdo que con nueve años me fumé mi primer cigarro. A mí nadie me enseñó a fumar, aprendí sola. Me tragaba el humo e inyectaba sustancias anti naturales en mis pulmones. La primera vez sentí que me quemaba, sentí que algo ácido penetraba en mis bronquios, pero pese a todo eso me gustó.
-¡Eva!
Ella se dió la vuelta rápidamente...
-¿Qué?
...Y yo siempre con la mirada limpia y probablemente un poco triste:
-Quiero otro.

Eva es mi tia. Nos llevamos 19 años. Ella se hizo grande de repente, tal vez un poco deprisa. Todos los besos que ella da, llevan la marca y el nombre del imbécil que un día le robó su primer beso.
Ahora esos besos van de flor en flor. Malherida enamorada.
En realidad es algo así, como de la noche a la mañana pero con un toque homosexual.
Porque mi tia Eva es lesbiana. Es la lesbiana más bonita y más parecida a Björk que he visto en toda mi vida.
Lo cierto es que no parece lesbiana.
Eva, nuestra Evita, la que nos prestaba las botas de militar que un día el abuelo Juan Luis le prestó a ella para jugar a polis y cacos.
Siempre ha sido la oveja negra de la familia. Bueno, en realidad, en mi familia, han habido dos ovejas negras. Lucía y Eva. Las renacuajas deslenguadas de los Ferreiro.
Es que...yo no las considero unos bichos raros, ni mi padre tampoco, pero la abuela Luz sí.

La abuela considera rara a Eva por salir con chicas, cosa que yo veo muy normal, porque si no le gustan los tíos, ¿Que va a hacer? ¿Follar sin sentir nada?
Y a Lucía la tienen como a una pobre desgraciada que va a acabar desamparada solo por trabajar de camarera en un puto garito y por meterse alguna ralla de vez en cuando.

Siento que no voy, que gritar y salir corriendo es necesario y que sigo sin encontrar algo que me divierta de verdad. Como jugar con los coches. O tirar piedras al cristal de aquel portal que tu conoces.

Antes la geografía me apasionaba. Aún hoy me gusta descubrir sitios perdidos en este pedazo de tierra redondita y flotante.
Me acurrucaba en el regazo de mi padre y le escuchaba.
-Olaia, vamos a ver que es lo que sabes de Andalucía.
-¡No! ¡Andalucía no, suena mal! ¡Euskadi por favor!
El me miraba y se reía, me decía que yo era su niña chata, la más guapa, me decía.
-Euskadi ya te las sabes de memória-replicaba el.
Pero es que a mí me encantaba gritar las capitales de las provincias vascas de un tirón. No sé porque, pero me divertía.
-¡Eh papá! ¡Jopeeeeee escucha! Álava capital Vitoria, Gasteiz, Guipúzkoa capital San Sebastián, Donosti y Vizcaya capital Bilbao, Bilbo. ¿Lo he dicho bien?
-Muy bien, muy bien-. Creo que me escuchaba por simple rutina, no porque tuviera ganas.

Siempre con su voz quebrada y con su inevitable acento gallego que tanto me gustaba.
Mi padre, el gran inventor en la vida, en mi vida.
Ojos negros, pelo negro cortísimo con unas patillas finas queriendo quitarse años de encima, boca de piñón y unas manos blancas preciosas.
Papá no ha cambiado en nada. Aún hoy sale al patio en los días de tormenta.
Hizo el servicio militar en San Sebastián.
Allí conoció a mi madre y como quién no quiere la cosa, se fueron acercando e iniciaron su noviazgo.
¿Mi madre? Amaia.
Una mujer de cara hinchada, cabello rubio ceniza creado por L'Oreal Paris ya que en realidad su pelo es castaño, facciones muy marcadas y con mi misma estatura.
Amaia Montero Saldías, nacida un caluroso 26 de agosto de 19... (el año no importa) en Irún, consiguió conquistar a aquel chico de mirada triste y de voz desgarrada, Iván Ferreiro Rodríguez, mi padre.

Papá tiene tres hermanas totalmente distintas.
Como ya he dicho antes, una de ellas es Eva.
Eva tiene los ojos más bonitos de Islandia, seguro. ¡Es que es el clon de Bjork!
Sus ojitos parecen almendras. ¡Joder Eva! ¡Como te admiro y como te quiero!
Hace poco ha vuelto con su novia de toda la vida, Nawja, una chica de Pamplona que bien podría ser una bietnamita más, su padre es de allí.
Según cuenta mi padre en las sobremesas, les va muy bien, y yo me alegro profundamente.

Yo también tengo un pasado, una fecha de nacimiento y dos hermanos.
El 11 de junio de 1985 nací yo.
Una criatura horrible y asquerosa con la piel de color rosa bebé.
A veces pienso que mamá nunca deseó tener otra hija, que con la "parejita" tenía más que suficiente, que yo no fui una hija deseada, pero... también pienso que ahora me quiere, y que se lo noto, aunque intente disimularlo.

A las pocas horas de haber nacido, la enfermera me llevó a los brazos de mi padre y me sentí arropada con su voz. Yo no me acuerdo de nada pero mi hermano Iker sí. El me habla de mi larga e intensa infancia.
Dice que papá me miró embelesado y me dijo:
-Te llamarás Olaia-.

Soy Olaia. Olaia Ferreiro Montero y un 99% de mi está allí, en Vigo, porque nunca me he considerado donostiarra, no puedo esconder lo que siento por Galicia. La luz y el sónido acústico que me vieron nacer nunca me abandonan.

Y ahora cada noche, cuando me envuelbo en las sábanas de color blanco que mamá me compró en Ikea de Alcorcón, me acuerdo de las conversaciones nocturnas con mi hermana Idoia y la extraño. Aquellas conversaciones que ahora hecho tanto de menos.
Aquellas preguntas que ahora no tienen respuesta. Yo siento que no voy. Pero...
¿Quién me dirá ahora que el equilibrio es imposible?

Olaia Ferreiro Montero, San Sebastián

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