Miel para oshun
Hoy en digital+ pude ver esta película que retrata a los exiliados cubanos, sin duda se trata de el amor por la tierra.
Una de las cosas más importantes de este film cubano es que se trata del primero filmado enteramente en tecnología digital dentro de la Isla, y eso es histórico.
En él, y sin pretensiones políticas según su director, se retrata la vuelta de un cubano a su tierra, treinta y dos años después de haber sido llevado por su padre a Estado Unidos.
Su objetivo fundamental es el ansiado reencuentro con su madre, a pesar de que ella lo abandonó. A su llegada, su prima Pilar le revelará una verdad muy diferente.
La más reciente producción del afamado cineasta Humberto Solás no llega conmover y quizás no deje muy contentos a los exilados con su visión maniquea sobre una isla idilica y un exilio desgarrador.
A destacar los protagonistas:
Jorge Perugorria(gran interpretación), Isabel Santos, Mario Limonta, Saturnino García.
Crítica personal: Miel para Oshun es un recorrido. Tanto interior como físico. Roberto(jorge) es un cubano llevado al exilio estadounidense por su padre treinta y cinco años atrás pese a la oposición de la madre que queda en la isla. Fallecido aquél regresa en la actualidad. Desea encontrar a quien lo abandonó y conocer sus motivos. No bien desciende en La Habana -atravesado por la tensión provocada por una identidad que le ha sido negada- comienza a darse cuenta de que es un extranjero en ambas tierras. Junto a la prima Pilar contratará a un astuto chofer y se largará en búsqueda de esa mujer. La pesquisa del protagonista le permite a Solás recorrer una gran porción del país, detenerse en la cotidianeidad, adentrarse en incómodos lugares, observar de cerca los rostros alegres y cálidos de su pueblo, su solidaridad. También sus pesares, sus dramas íntimos, personales, callados. Y los apremios sociales: la lucha por sobrevivir en un país cercado, las privaciones, la prostitución, el raterismo, los deseos de ir o quedarse, el sentirse sospechado, encarcelado e investigado. Deambula con la cámara por sus calles y sus zonas abiertas. Simboliza en el retrato femenino a la patria, la tierra fecunda y deseada. Y propone una alternativa para esta encrucijada histórica: una unión de cubanos separados por agua y años. Esa fue su intención consciente: "Miel para Oshun no tiene vocación de un filme explícitamente político", dijo. El objetivo: "hacer un testimonio humanístico, conciliador, dirigido a todos los cubanos donde quiera que estén", remarcó.
Propuesta argumental e intención atendibles pero que, sin embargo, naufraga. A pesar del enorme esfuerzo que significó casi una década de reelaboración de un guión escrito por su hermana Elia, del interés por los bajos costos de la digitalización -el cine de la pobreza, lo llama- y de su peregrinar durante semanas bajo el sol tropical con un equipo mínimo, esta especie de road movie caribeña rebosa de lugares comunes, diálogos acartonados, cavilaciones solemnes, situaciones reiteradas, bellos paisajes que aparentan estar allí como postales (¿obligaciones de la coproducción?) y música pegadiza. El internacionalmente conocido Jorge Perugorría (Fresa y Chocolate) es el protagonista y se lo ve manifiestamente sobreactuado balanceado apenas por una Isabel Santos más contenida. Solás se manejó con los sentimientos como medio de comunicación. Método tan válido como cualquier otro. Pero que aquí, excedidos y trivializados, parecen no funcionar y emparientan la película a un vulgar "culebrón" de progresión dramática detenida. Hay aisladas situaciones bien resueltas pero el afán documentalista choca, insistentemente, con ese otro registro ficcional sin alcanzar a fundirlos en una coherente unidad.
Una pena: atento a los antecedentes, se esperaba más. Quizás el propósito de su creador haya sido demasiado excesivo y terminó por superarlo. Porque este viaje hacia los orígenes se hace tedioso a fuerza de tanta repetición en tanto que esta miel sabe a un gusto demasiado azucarado.
Es que las respuestas que Cuba deberá encontrar en alguna ocasión parecen -por el momento- muy alejadas de este idealismo -sincero, pero casi celestial- que Solás aventura en su film.
ALEX MELGARES
Una de las cosas más importantes de este film cubano es que se trata del primero filmado enteramente en tecnología digital dentro de la Isla, y eso es histórico.
En él, y sin pretensiones políticas según su director, se retrata la vuelta de un cubano a su tierra, treinta y dos años después de haber sido llevado por su padre a Estado Unidos.
Su objetivo fundamental es el ansiado reencuentro con su madre, a pesar de que ella lo abandonó. A su llegada, su prima Pilar le revelará una verdad muy diferente.
La más reciente producción del afamado cineasta Humberto Solás no llega conmover y quizás no deje muy contentos a los exilados con su visión maniquea sobre una isla idilica y un exilio desgarrador.
A destacar los protagonistas:
Jorge Perugorria(gran interpretación), Isabel Santos, Mario Limonta, Saturnino García.
Crítica personal: Miel para Oshun es un recorrido. Tanto interior como físico. Roberto(jorge) es un cubano llevado al exilio estadounidense por su padre treinta y cinco años atrás pese a la oposición de la madre que queda en la isla. Fallecido aquél regresa en la actualidad. Desea encontrar a quien lo abandonó y conocer sus motivos. No bien desciende en La Habana -atravesado por la tensión provocada por una identidad que le ha sido negada- comienza a darse cuenta de que es un extranjero en ambas tierras. Junto a la prima Pilar contratará a un astuto chofer y se largará en búsqueda de esa mujer. La pesquisa del protagonista le permite a Solás recorrer una gran porción del país, detenerse en la cotidianeidad, adentrarse en incómodos lugares, observar de cerca los rostros alegres y cálidos de su pueblo, su solidaridad. También sus pesares, sus dramas íntimos, personales, callados. Y los apremios sociales: la lucha por sobrevivir en un país cercado, las privaciones, la prostitución, el raterismo, los deseos de ir o quedarse, el sentirse sospechado, encarcelado e investigado. Deambula con la cámara por sus calles y sus zonas abiertas. Simboliza en el retrato femenino a la patria, la tierra fecunda y deseada. Y propone una alternativa para esta encrucijada histórica: una unión de cubanos separados por agua y años. Esa fue su intención consciente: "Miel para Oshun no tiene vocación de un filme explícitamente político", dijo. El objetivo: "hacer un testimonio humanístico, conciliador, dirigido a todos los cubanos donde quiera que estén", remarcó.
Propuesta argumental e intención atendibles pero que, sin embargo, naufraga. A pesar del enorme esfuerzo que significó casi una década de reelaboración de un guión escrito por su hermana Elia, del interés por los bajos costos de la digitalización -el cine de la pobreza, lo llama- y de su peregrinar durante semanas bajo el sol tropical con un equipo mínimo, esta especie de road movie caribeña rebosa de lugares comunes, diálogos acartonados, cavilaciones solemnes, situaciones reiteradas, bellos paisajes que aparentan estar allí como postales (¿obligaciones de la coproducción?) y música pegadiza. El internacionalmente conocido Jorge Perugorría (Fresa y Chocolate) es el protagonista y se lo ve manifiestamente sobreactuado balanceado apenas por una Isabel Santos más contenida. Solás se manejó con los sentimientos como medio de comunicación. Método tan válido como cualquier otro. Pero que aquí, excedidos y trivializados, parecen no funcionar y emparientan la película a un vulgar "culebrón" de progresión dramática detenida. Hay aisladas situaciones bien resueltas pero el afán documentalista choca, insistentemente, con ese otro registro ficcional sin alcanzar a fundirlos en una coherente unidad.
Una pena: atento a los antecedentes, se esperaba más. Quizás el propósito de su creador haya sido demasiado excesivo y terminó por superarlo. Porque este viaje hacia los orígenes se hace tedioso a fuerza de tanta repetición en tanto que esta miel sabe a un gusto demasiado azucarado.
Es que las respuestas que Cuba deberá encontrar en alguna ocasión parecen -por el momento- muy alejadas de este idealismo -sincero, pero casi celestial- que Solás aventura en su film.
ALEX MELGARES
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